Siempre he creído que yo NO me deprimo, que solamente me entristezco y quizá de manera profunda pero no llego a la depresión.
Siempre he querido deprimirme. Siempre he querido saber qué se siente decirle a alguien: Sabés que, no voy a hacer nada, ni decir nada, ni comer nada por un tiempo hasta que mi corazón considere que ya está sano lo que mi intelecto no logra organizar.
Hay momentos y cosas que lo ponen a uno a dudar si ha hecho bien o si ha hecho mal.
Estoy escribiendo frases que no se entrelazan una con la otra y es que quiero hacer eso, simplemente poner cosas que se me vienen a la cabeza.
Hay momentos en los que creo que los seres humanos somos más básicos que algunos animales y que algunos animales, como por ejemplo los perros, saben más de lealtad que nosotros.
A veces quiero darme por vencido, me cuesta mucho, pero sé y estoy seguro que la cuerda no me va a durar para siempre.
A veces quisiera entrar en la cabeza de las personas y entender por qué hacen cosas estúpidas aún cuando saben y reconocen que son estúpidas.
A veces todo se tambalea, y me dan ganas de jalar en carrera para el más profundo rincón de Corcovado y esconderme unos dos meses.
A veces he querido estar muerto en mi ataúd y poder verme y poder ver quienes llorar por sentimiento real y quienes solo aparentan y es más quisiera poder ser un espíritu con la capacidad de espantar a los hipócritas.
A veces solo quisiera echarme a dormir y no despertar jamás y a veces quisiera poder hacer lobotomías en ciertos cerebritos a ver si les encuentro el sentido común.
A veces quisiera contarle a la gente que veo los sentimientos como puras matemáticas y que dos más dos si son 4, y que el común denominador es el elemento que se repite una, otra y otra vez en alguna ecuación.
A veces quisiera poder comunicarme directamente al alma de las personas, sin palabras, ni gestos, ni toques,
A veces solo quisiera no querer nada, no saber nada, no oír nada, no opinar nada, no pensar nada.