No había tenido el tiempito necesario para escribirle ayer a mi mamá y desearle que tuviera un buen día. No había tenido el tiempo, ni tendré jamás el tiempo necesario para agradecerte todo lo que has hecho por mí, por mi hermana, por María José y por mi sobrina y mis sobrinos.
Mamita, solo quiero llorar porque no sé si he sido lo suficientemente bueno como para merecer tu amor y tu respeto; aunque sé que no lo necesito porque me amas sin condiciones.
Mi mamá, Miriam Cubillo Muñoz, no es la mejor madre del mundo, es Mi Madre, Mi Mundo.
Ella me ha enseñado tantas y tantas cosas, el amor a los demás, el trabajo arduo, el orden y la organización. Ni todo el oro y las piedras preciosas serían suficientes para agradecerle todo lo que me ha dado y para demostrarle el amor que siento por ella; si aunque suene trillado, aunque sea repetido, aunque miles y millones y trillones lo hayan dicho antes que yo, no me alcanza, ni el tiempo, ni el oro, ni la plata.
Lo más hermoso de esto aún es que mi madre es tan sencilla, tan simple dentro de su complejidad, que le regalé un simple rosario y me dijo que no debí haberme preocupado.
Estoy consiente que en algún momento pasaremos tiempo separados, ya sea que se me adelante ella, o me le adelante yo, quién puede saberlo. Ese momento me llena de angustía y tristeza, me llena de miedo y quisiera ser lo suficientemente maduro para poder seguir en la vida, sin su amor, sin sus consejos, sin su sabiduría.
Mami, hasta hace poco aprendí a decirte que te amo, pero quiero que sepas que te amo con todas las fuerzas de mi alma, que eres lo mejor que me ha pasado y que soy el ser humano más dichoso del mundo y el más bendecido al haber sido tu hijo.
Te amo Miriam del Carmen Cubillo Muñoz, y siempre te llevo en mi corazón.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario