Hay días o quizá mejor dicho momentos en que uno de verdad siente que la mierda no le está llegando al cuello, que va al cuello (dijo: El Demasiado Honesto), siente que la mierda le tapo la jeta, ya se le va embarrando en los bigotes y más tarde que temprano le va a taquear los huecos de la nariz, de la ñatica de uno, así como que apenas le alcanza para medio respirar.
Hay días, quizá semanas, a lo mejor minutos, segundos o nano segundos incluso, que uno cree que Dios, sí, sí, Dios, el mismo que nos hizo a imagen y semejanza; está empeñado en hacerle a uno bromas de mal gusto. Si, como cuando uno dice, siente, piensa y ve que nada le está saliendo como quería y se piensa, qué putas habré hecho mal para que las cosas estén como están.
Hay días en los cuales la gente que dice que te quiere se empeña en hacerte la vida de a romboidecitos y machalá que se repita un jodido día como ese.
Hay días cabrones, jodidos, tosudos, en los cuales uno se siente más revolcado que las piedras del río Reventado allá por Cartago y más guindando que huevos de perro viejo.
Y en esos días uno aprende. De verdad que uno aprende y empieza a soltar, y soltar y soltar. Y corta la cuerda a ver si Dios está aún interesado en hacerle a uno esas bromitas pasadas de tono.
Hay días como hoy que son un poco raros, son días que te imaginabas iban a ser pesados, tan pesados como un mal matrimonio o como un préstamo bancario que no fue para JCB.
Esos días, empiezan con el cielo lleno de bolas de pelo y parecen más enredados que un gargajo en una escoba, dijo Aza.
Hoy mi día empezó así. A las 9:15 a.m., yo estaba un 95 % dormido y tenía que dar clase de español. Hace rato no daba clases. Resulta que mi estudiante resultó muy inteligente y eso me ayudó a que el sopor me soltara un poco el gañote y pudiera al menos sentirme con algo de energías. Fue eso o al rato, fue la vitamina que me tomé a las 7:00 de la mañana.
Antes de las 8:00 a.m., ya había servido de UBER dos veces (sin pago porque no soy UBER de verdad). Lo aclaro por aquello del Ministerio de Hacienda que a los pobres nos cobra como si estuviéramos de verdad Haciendo (jejejeje) plata y por aquello de que los taxis rojos me quieran desbaratar los mocos pensando que de verdad soy UBER, aunque no niego que me ha pasado la idea por la mente en no contadas ocasiones.
Hoy fui también ambulancia, asistente de cruzrojista y algunas otras cosas que no vienen al caso.
El día se puso mejor cuando una de mis voluntarias me dijo: "Marco, yiou are awesome" y la sonrisa de satisfacción me volvió a la cara y cuando le conté a Horacio, un par de lagrimillas de orgullo brotaron de mis ojos.
El día terminó mejor en compañía de dos buenos amigos, Martín de Colombia y Leonardo de México y mi compañero de aventuras (tropicales, naturales y de todo tipo) Horacio.
Doy gracias a Dios por la vida, por la salud (un poco maltratada) y por las oportunidades de sonreír.
Ahí nos vemos.
Posdata: Intenté terminarlo antes de las 12 medianoche de ayer pero no pude.
Se les quiere
No hay comentarios.:
Publicar un comentario