Y como diría Don Ramón (Si el del Chavo del 8) la próxima vez vaya a agarrar de mona a su abuela.
Mientras que extranjeros y ticos ricachos pueden entrar a sus anchas por la entrada privada de Punta Leona, la gente común y corriente como uno, tiene que hacer malabares sobre unas vigas de cemento tiradas encima de esta quebrada (bastante profunda). Eso sin contar con la mirada acechadora y desconfiada de los miembros de seguridad del Club Punta Leona (Lioness Point Club, para que suene con más caché), que apuntan placas, lo miran a uno como diciendo: Mirá ahí va ese pobretón y se comunican con sus "walkie talkies" para asegurarse que el lumpen salga por completo del área de influencia de los ricos y famosos, no sea que le vaya uno a pegar piojos, garrapatas y ácaros a los exclusivos clientes de la Socialité que visitan este hermoso lugar.
Payasadas de algún cabrón que al ver que tenían que dejar pasar a los nacionales a disfrutar de una hermosa playa aún con el dolor de su alma porque le podría quitar plusvalía a sus propiedades, tiró ese par de vigas incómodas, como diciendo, bueno para que al menos tengan por donde pasar y no "estrilen". ¿Qué pasa con personas de la tercera edad? ¿Qué pasa con personas con capacidades especiales en muletas o en una silla de ruedas?
Para colmo de males, uno se encuentra el rotulito de prohibido acampar en la zona. Bueno, quizá es evitando que las personas vayan a sufrir un accidente al tener que pasar la tienda de campaña, la cocina de gas, la parilla y la comida por ese incómodo lugar.
La verdad es que sí me molesté un poco al ver como nos cortan las posibilidades a los ticos y ticas de disfrutar de las playas que nos pertenecen y a las que tenemos derecho de ir.
Ahí les dejo para muestra un botón de lo bien que se hacen las cosas en mi hermosa Costa Rica.



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